M:. M:. Resp:. Log:. Galileo Galilei No 23.
En el contexto actual del proceso de paz en Colombia liderado por el Presidente Juan Manuel Santos se ha presentado un falso dilema, y este radica en que hay posiciones en contra y otros en favor del proceso de paz. Ello se explica en el hecho de que desde el punto de vista filosófico y valorativo no hay un colombiano que se rehusé a la idea de la paz y a sus idílicos imaginarios. No hay opositores de la paz desde la práctica ni desde el idealismo más radical, todas las posturas ideológicas pretenden la paz. |
Por otro lado, merece un especial interés la idea de cuál va a ser la posición de los Masones colombianos frente al Proceso de Paz actual, pensamos que antes de hacer oposición frontal al proceso deberíamos apoyar a las instituciones legal y electoralmente constituidas sobre la base del respeto que el Masón debe al Estado en el que vive y con razón en la búsqueda del derecho universal de la paz, el cual busca el ideal Masónico y se manifiesta en el logro de la garantía de las libertades públicas y el mantenimiento del orden social con apego a los derechos humanos, la paz no es roja, azul o amarilla, ella no tiene ningún color político, la paz es un derecho de todos los pueblos en el mundo, consagrada por los Organismos Internacionales y por nuestra Constitución Política Colombiana.
El rol protagónico de la Masonería colombiana en el proceso de paz no es en sí el de negociador en las mesas planteadas por el Gobierno y las Farc, sino en el proceso de reconstrucción postconflicto, y lo decimos desde el lenguaje Masónico heredado de los grandes constructores antiguos y modernos de nuestra augusta institución; es en el postconflicto donde tenemos nuestro verdadero papel de orientadores de la sociedad con arreglo a conseguir mejores niveles de desarrollo de nuestro pueblo, en este caso de Colombia. La reconstrucción, una vez se haya firmado la paz, implica pensar en el reparto de tierras más justa, en la modernización de las instituciones, en el cambio de la plataforma constitucional para pensar un país más incluyente y para reparar las víctimas, en la participación política de los guerrilleros en la vida electoral, en la generación de nuevas empresas que invoque el venerable principio de la iniciativa privada con responsabilidad social, en los impuestos que tendremos que pagar para garantizar los acuerdos de paz y, sobre todo, pensar qué vamos a hacer con el presupuesto que recibe la guerra y como lo vamos a usar en la reconstrucción de Colombia, que a todas luces está lejos de ser un país moderno aun cuando las estadísticas del éxodo de lo rural a lo urbano hayan cambiado en favor de las ciudades en las últimas décadas, debido a la usurpación y arrebato de las tierras a los campesinos por los diferentes sectores armados del conflicto, que los obligaron a desplazarse a las ciudades.
Debemos fijar especial atención en este proceso de paz, en aspectos importantes para el futuro de nuestra Nación como el sector agrícola, las fuentes hídricas y la indebida explotación minera que surge como nueva alternativa de enriquecimiento ilícito de algunos sectores armados y de multinacionales que se benefician con nuestros recursos, dejando por donde quiera que vayan miseria, y tierras áridas y saqueadas.
Capítulo especial merecerá igualmente en las mesas de negociación, la galopante corrupción que impera en el Estado.
Finalmente, debemos pensar en los guerrilleros que se reinsertan y en cómo lo harán, en qué condiciones de resocialización, judicialización y si el perdón implica olvido o no.
El falso dilema de la paz oculta el verdadero papel de los Masones en el actual proceso, y debemos acudir a nuestro valor e inteligencia para apoyar la iniciativa del Gobierno con propuestas audaces y eficaces que permitan una transición al postconflicto y a la modernización de Colombia.