Resp:. Log:. Géminis No. 45.
El pasado 11 de febrero de 2013, Joseph Ratzinger renunció a su dignidad papal argumentando razones de salud, hecho que para muchos de nosotros resultó extraño pues la última vez que había sucedido algo semejante en la Iglesia Católica fue hace seis siglos.
La razón por la que no hay causa finita en este caso es porque los conocedores de la materia relacionan la renuncia con hechos escandalosos ocurridos recientemente en la Iglesia Católica en general y en el Vaticano en particular, hechos que indirectamente fueron confirmados por el propio Benedicto XVI, quien dos días después de presentar su renuncia habló de la “hipocresía religiosa” y de “disputas internas” en el Vaticano.
Para entender el trasfondo de estas palabras voy primero al significado de la palabra hipocresía que según el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua quiere decir fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan. A renglón seguido debemos recordar que en las manos de Benedicto XVI estalló el escándalo de pedofilia que sacudió a la Iglesia Católica en los cinco continentes y que obligó al Sumo Pontífice a pedir público perdón a las víctimas. Por otro lado, hablando del Vaticano propiamente, es inocultable el efecto demoledor que tuvo en el ánimo del Papa la filtración de su correspondencia privada y de documentos confidenciales del Vaticano, cuyo contenido fue publicado en un libro escándalo titulado Sua Santita, gracias al desleal proceder de su mayordomo personal. Dichos documentos revelan en concreto quejas internas de algunos Obispos por actos de corrupción y de tráfico de influencias al interior de la Santa Sede y luchas de poder entre los purpurados que constituyen el staff del Papa.
Pasando del presente al pasado cercano, vale la pena recordar que hace apenas 35 años la Iglesia Católica enfrento otro escándalo semejante tras la muerte repentina de Juan Pablo I, el 29 de septiembre de 1978, con tan solo 33 días de pontificado. En aquel entonces se atribuyó la muerte a un infarto del miocardio pero igualmente hubo sospechas de envenenamiento por parte de la servidumbre. Entonces al igual que ahora, se habló de motivos o razones ocultos, entre otros, que Juan Pablo I tenía proyectado hacer cambios sustanciales en los negocios del Vaticano, empezando por romper la relación que existía entre el Banco Vaticano y el Banco Ambrosiano y por destituir al presidente del primero de estos.
Como se ve no han sido legados espirituales o religiosos los que ha dejado la Iglesia Católica en los dos eventos recientes que acabo de mencionar; sin necesidad de remontarnos a las épocas de Alejandro VI, más conocido como Rodrigo Borjia, podríamos coincidir con el nobel Saramago, cuando dijo que” en muchos momentos de su existencia la Iglesia Católica no ha hecho otra cosa que ofender a los demás”.
Nadie desconoce que en el curso de la historia el cristianismo ha aportado a la humanidad cosas bellísimas: la música, la poesía, la pintura, la arquitectura, la escultura; pero es manifiesto que en tiempos recientes el devenir de la Iglesia Católica se caracteriza por escándalos, asuntos mundanos y discursos desconectados de la realidad contemporánea, que se alimentan de una exegesis aferrada a dogmas y a escritos antiguos a los que se les da una interpretación textual y literal, contraría a la lógica y a la razón, tal como lo demuestra la sanción impuesta recientemente al Padre Alfonso Llano Escobar, jesuita colombiano, quien fue silenciado y tildado de “hereje” y de “extraviado” por haberse atrevido a insinuar en un escrito que Jesús fue engendrado por María en un acto de amor con su legitimo esposo, José, lo cual representó para sus superiores una negación de la concepción teologal que presume la virginidad divina, como asunto de fe que no se puede discutir o interpretar.
La mezcla de los acontecimientos citados ha sido el motivo por el que en mi carácter de libre pensador, ajeno a dogmatismos, se me ocurre decir en este momento “Roma Locuta – Causa No Finita”, pues no estoy plenamente convencido de las versiones oficiales sobre las respectivas muerte y renuncia de los Papas Juan Pablo I y Benedicto XVI, ni tampoco comparto la intransigencia religiosa que en pleno siglo XXI insiste en darles interpretaciones literales y dogmáticas a ciertos escritos religiosos, en lugar de aceptar que se trata de textos con contenido simbólico como los que abundan en todas las religiones, en la mitología griega, en la mitología romana y en nuestra propia ord:. iniciática, simbólica e irreligiosa a la cual ingresamos luego de pasar entre espadas, agua y fuego, después de verter sangre, de beber pócimas amargas y de hacer viajes por templos alegóricos al del Rey Salomón, cuya construcción, según la Biblia, fue encargada a Hiram. (Capítulos 6 y 7 del Primer libro de los Reyes)
Concluyo mis reflexiones diciendo escuetamente, que desconocer que existe una “hipocresía religiosa”, ignorar que existe fuego cruzado en el Vaticano por intereses secundarios y crucificar a libre pensadores que se atreven a apartarse de dogmas milenarios constituye un intento fallido por perpetuar el error y ocultar la razón en el siglo XXI, mejor conocido como el siglo del conocimiento.